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La inflación en Argentina es un tema del que casi cualquier persona sabe. Sin embargo, cuando nos preguntan sobre estanflación y deflación, podrías tener que hacer un esfuerzo extra para que los cables conecten y recuerdes la definición.

Es que estos procesos no son tan conocidos o habituales por nuestros pagos, y lo poco que podemos haber aprendido en el colegio sobre ellos, hace rato que quedó olvidado. Entonces, ¿qué son exactamente la estanflación y la deflación? ¿Son mejores que la inflación o estamos frente a un caso de “mejor malo conocido que malo por conocer”?

Disclaimer: sí, el dicho está mal, pero porque ni la inflación, ni la estanflación, ni la deflación son procesos positivos. Más bien todo lo contrario. Y esto puede ser un spoiler de la nota, pero mejor dejar claras algunas cosas. Dicho esto, veamos de qué se tratan estas situaciones.

Un repaso por la inflación

Aunque la experimentemos todos los días, nunca está de más hacer un poco de revisionismo teórico sobre qué es la inflación exactamente, es decir, el aumento generalizado y sostenido en el tiempo de los precios. Es medida por el Indec a través del Índice de Precios al Consumidor (IPC), que hace un relevamiento del valor de cientos de productos de todos los rubros para generar el resultado.

El mayor problema de la inflación es que, a mayores precios, menor poder adquisitivo tienen las personas. El motivo es lógico: las cosas valen más, entonces es menos lo que se puede comprar con la misma plata.

¿Podemos rescatar algo positivo de un proceso así? Podemos: la inflación también hace que las deudas mensuales disminuyan, y es por esto también que las compras en cuotas son furor durante momento de aumentos desmedidos.

¿Qué es la deflación?

La deflación parece ser el efecto contrario a la inflación: es la disminución de los precios debido a una contracción de la oferta monetaria. Esto hace que la plata valga más, ya que con la misma cantidad podés comprar más cosas. Todo se vuelve más barato, y puede suceder a causa de una demanda reducida o de un exceso de oferta.

Si bien a simple vista parece algo positivo por el aumento del poder adquisitivo, la realidad es que la deflación no trae buenas noticias al mediano plazo: la baja de precios desincentiva el consumo o estimula el ahorro ya que la plata va a valer más cuanto más tiempo pase, lo que repercute directamente en las empresas y en sus ingresos. ¿Y quiénes trabajan en las empresas? Bueno, la mayoría de las personas. Así que, eventualmente, el empleo se ve afectado por este contexto.

Ahí es donde comienza el círculo vicioso, porque personas sin empleo o con sueldos bajos no pueden consumir, la demanda sigue cayendo al igual que los precios y así hasta el infinito punto rojo.

Para llevarlo a un ejemplo bien concreto, la compra de insumos y materia prima en un contexto deflacionario es un lío. Hacer un producto x te demandó $500, pero cuando lo querés vender a $800 te encontrás con que los precios bajan. Si lo dejás a ese precio para conservar tu rentabilidad, probablemente no lo vendas. Si lo rebajás, achicás el margen de ganancia. Si demorás en venderlo, podrías perder plata. Similar al contexto inflacionario por lo complicado, pero a la inversa ¿no?  

Si bien muchos ejemplos de deflación pueden verse luego de procesos inflacionarios —propios de economías en crecimiento—, no es muy amigable.

¿Qué es la estanflación?

Ahora que ya sabemos que son la inflación —aumento de precios— y la deflación —caída de precios—, nos queda saber qué es la estanflación y cuáles son sus causas, ya que estamos.

La estanflación es un proceso en el que se juntan el hambre y las ganas de comer: estancamiento económico y alta inflación. Es lo peor de dos mundos, porque tenemos recesión por un lado, pero aumento de precios por el otro.

Si bien no es una situación muy común, cuando golpea, se hace sentir: aumenta el desempleo y disminuye el poder de compra de las personas, pero los precios siguen en escalada. Y salir de la estanflación es igual de difícil.

Este proceso suele tener lugar en economías mixtas que mezclan elementos de la economía del libre mercado con medidas institucionales como subsidios, salarios mínimos y ayudas sociales. Obviamente, no siempre tiene que pasar con un escenario así, pero —según los especialistas— son factores de riesgo. 

También sucesos extraordinarios como las crisis económicas pueden generar la estanflación. Un ejemplo de esta situación fue la crisis del petróleo en 1973, cuando los precios de crudo se elevaron por los aires debido a una decisión geopolítica, el consumo cayó y los países que dependían de esta materia prima se vieron fuertemente golpeados.

Entonces, ¿qué preferimos?

Bueno, si nos dan a elegir, optamos claramente por una economía sana, si no es mucho pedir. Pero fuera de chiste, ninguno de los tres procesos es deseado. Claro, la estanflación es el escenario más preocupante por todo lo que conlleva y la dificultad de salir adelante, pero si nos para frente a la inflación y la deflación, el dilema se profundiza.

Lo que sí podemos decir es que cuando estas situaciones se dan por un lago plazo, complican la proyección y los planes. Ahí es cuando la especulación pasa a jugar un papel muy protagonista, y eso no está bueno.

A vos te queda seguir cuidando el mango, aplicar alguna técnica de ahorro, y -si se puede- ingeniártelas para obtener algunas ganancias con ideas para invertir. Pero a no aflojarle a la Educación Financiera. ¡Acá te esperamos firmes para acompañarte!  

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